Editorial
El Ara Pacis vuelve a estar abierto al público después de pasar una larga temporada cerrado a causa de la remodelación del museo para conseguir las condiciones más idóneas de conservación del monumento a largo plazo.
Durante los años 90, los resultados del examen del altar fueron tan preocupantes que llevaron al Ayuntamiento a tomar importantes decisiones: primero, sustituir la protección externa realizada en 1938 según la idea de Morpurgo porque resultaba totalmente insuficiente para proteger este valioso monumento del periodo augusteo del polvo, la contaminación, las vibraciones y los cambios de temperatura y humedad; y, segundo, convertir el Ara Pacis en un museo que cumpliera con los más modernos criterios de conservación.
Los espacios del museo proyectados por el estudio del arquitecto estadounidense Richard Meier se articulan a través de un juego de luces y sombras. Los dos primeros cuerpos de fábrica se rigen por este juego de claroscuros: se accede por una zona de sombra, la Galería de acceso, para llegar al pabellón central que alberga el Ara Pacis, a plena luz natural filtrada a través de 500 m2 de ventanales que, sin interrumpir visualmente la continuidad con el exterior, procuran el silencio necesario para disfrutar plenamente del monumento. En la quietud del aislamiento acústico pueden apreciarse los ritmos pausados de los motivos ornamentales, asistir al paso del cortejo situado a sendos lados del altar compuesto por los máximos representantes sacerdotales del periodo augusteo y por los miembros de la familia imperial, guiados por el propio Augusto; revivir los orígenes míticos de Roma y las glorias augusteas que ofrecieron al Imperio tiempos de magnífica prosperidad hasta el punto de ser bautizados como seculum aureum.